
La desgracia se ensaña con una pobre familia de la provincia de Huaral.
Saber que puedes ayudar y no hacerlo sería lo peor en el mundo. Caer en la absoluta indiferencia, sabiendo que es una vida la que se está apagando, sin que tenga la oportunidad de disfrutar de este mundo, paso a paso, corriendo, jugando, haciendo lo que un niño de ocho años acostumbra. Diego no vive así; por el contrario, transcurre sus días postrado en su sofá. Su única alegría es, tal vez, saber que tiene el apoyo de su abuela que, abnegadamente, pretende cambiar esta realidad.
Alertados por el Comité Cívico de Apoyo a la Policía Nacional del distrito de Aucallama (Huaral), llegamos hasta su vivienda, quienes en el lugar, nos contaron que Diego sufre de hidrocefalia desde de una edad muy temprana. Su caso se hizo más grave en el 2009, cuando perdió la independencia para caminar. Nos explicaron que la enfermedad estaba avanzando y podría ser irreversible, sin que la familia pueda hacer algo al respecto, por las precarias condiciones económicas en las que viven. La única actividad que les permite sostenerse es la elaboración de petates de totora.

Ahora es cuando debe verse la solidaridad de personajes de la política, autoridades y empresarios. La unión de éstos se hace necesaria. Que los dimes y diretes que se escuchan a diario queden de lado por unos momentos y demuestren que su vocación de servicio puede más. No permitamos que la indiferencia mate los deseos de vida de Diego. Hagamos que la palabra ayuda tenga un significado real.
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